La muralla
Para el poeta cubano Nicolás Guillén. “La muralla” separaba a unas personas de otras. El tema se hizo famoso a través de diversas versiones cantadas.
Pero la muralla de la que hablo, une. Unió, durante unos minutos que se pasaron casi sin pensarlo, porque el placer de tener a la mujer amada entre los brazos, de besarla, fue inmenso.
Esto pensaba un hombre afortunado después de aquella noche que tuvo que ir a esa ciudad gallega, Lugo, en la que una muralla, sin interrupción alguna, rodea el casco viejo.
En aquel momento la muralla estaba con luces bajas y por ellas algunos jóvenes hacían footing.
Pero de repente surgió el sueño. Las luces se apagaron, la gente desapareció y sólo quedaron los dos, el hombre y la mujer unidos por el amor. Incluso diríase que había desaparecido la ciudad. Los dos solos comenzaron a caminar dándose un beso intenso sobre cada una de las arcadas. Iban cogidos por la mano unas veces y otras con sus brazos pasados por la cintura. De vez en cuando se enfrentaban, apretaban sus cuerpos, juntaban sus sexos, y en ese sueño, hacían el amor disfrutando en cada uno de los espasmos. Varias veces lograron llegar al orgasmo, porque se sentían fuertes y tenían mucho tiempo disponible.
Era una noche fresca, pero a la vez caliente. Fresca por fuera pero caliente dentro de los dos cuerpos.
Cuando se despidieron, prometieron que siempre soñarían con la muralla vacía, con el encuentro, con una despedida que nunca tendrá la palabra “adiós”, sino la expresión “hasta la próxima”.
Habrá muchas “próximas”, muchos otros encuentros entre esa pareja cuyo amor, a pesar de sus expresiones carnales, siempre será platónico.
Al
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