domingo, 31 de marzo de 2013

A deshora

No me quieras a deshora
Déjame crecer sola
que a veces me visto de olvido

No duele la sangre cuando chorrea,
aunque lleguen con más fuerza los recuerdos
desde los días incoloros.

No siempre el amor es generoso;
cuando llega de un modo represivo,
puede desgajar la autonomía.

No me quieras de esa forma
misericordiosa que absuelve,
porque la sangre también respeta

No hieras cuando mires desde tu esquina.
No dejes caer el aguijón de los supuestos
porque el amor puede ser un simulacro.

No me quieras a deshora.
No me quieras de esa forma.

Quereres que mueren al decirlos
faltos de humildad y placidez…
que mueven furiosamente la arena

No me quieras a deshora.
Sólo son cosas mías…

martes, 12 de marzo de 2013

Magdalena

Tenía unos hermosos ojos con mirada cálida, hoy gastados por mirar por dos pues también sirvieron para su madre ciega. Se llama Magdalena. También le dicen loca cuando alguien mira su cuerpo desnudo de cintura para abajo. Mujer invisible que ya nadie ve. No la captaron las miles de cámaras que lanzaban destellos a la gente vestida de fiesta.

Magdalena ya no siente pudor, o siente un profundo desprecio por todo, al mostrar su cuerpo viejo (antes esbelto y delicado) ante quienes la ignoramos. Simplemente camina por la ciudad como por la casa que no tiene, regalando monedas a quien le hace sentir pena, porque le conmueve cualquier gesto o señal de invalidez física, desconociendo que esa persona no mendiga.

Ella, Magdalena, se da gran placer al mear de pie en cualquier plaza, sabe que es invisible, que puede hacer lo que quiere. Se ríe de nosotros, ella sabe mucho de sueños rotos y prefiere ser “loca” eligiendo las estrellas por techo, el frío por manta y la lluvia por colchón, escapando de cárceles calientes que le ofrecen los servicios competentes. Ella ama la calidez del rocío de la mañana al despertarse, que lava su cara.

A Magdalena, le gusta compartir su cartón de vino con los borrachos a los que les tiemblan las manos, pasear con los yonkis, reírse de nosotros porque sabe que nadie la mira, ella no es importante, no gasta “Chanel”, no consume más que el aire que respira,
no tiene caricias, sólo miradas indiferentes y ciegas que le regalan el placer de la libertad.

La recuerdo desde siempre, paseando las calles del brazo de su madre vendiendo cupones de lotería. Era una mujer “normal”, pero la vida la dejó indefensa, tanto, tanto…que ya no le importa nada, sólo su gente, la que como ella no tiene nada, que al mismo tiempo disfrutan ante la carencia de una maleta llena y pesada que no vale para nada, sólo para doblar la espalda que impide volar por lo más alto, aunque esto implique la más grande miseria, de la que por mucho que lo intentemos nunca ningún ser humano nos vamos a escapar.
No siento pena por ella; vive como quiere, hace lo que más le gusta, no tiene jaula. Ella vuela por mi ciudad, sin que nadie la vea.

Sólo son cosas mías…

domingo, 3 de marzo de 2013

Huele a ti


Huele a ti sin ropa,
a ese amor desnudo
que se aspira.
Te he reclamado en vano
Mientras…
tú te ocultas en los hilos de la vida.
Huele a ti y a lluvia.
Flota la ficción de tu historia
que conectó nuestro destino.
Huelo mariposas azules
que vuelan entre sombras..
Huelo tu ausencia
tirada por el suelo que me mece.
Huele tu fuente a la sombra
del árbol frondoso que me entumece.
Musgo de lluvia es mi cama.
Huele, huele… y huele a ti.
Huele a engaño del músico
que no cree la letra de la canción
Huele a dolor que se cuela
por debajo de la piel
Huele… huele a ti…
Sólo son cosas mías