domingo, 17 de febrero de 2013

Momentos


Era una tarde repetida. Cuando un color, una luz y un olor se unen para hacernos revivir momentos de nuestras vidas, se repiten las horas ya vividas. Es la máquina del tiempo que está alojada en nuestro cerebro y nos traslada al pasado.

Hace calor, las piedras, desde su memoria me reconocieron, recogiendo mi recuerdo.

No estaba sola, ellas me trasmitían el único momento vivido a su lado.

Sentada mirando el rió a la sombra de los robles centenarios y carballos nutridos por el río, alisos sembrados entre lagunas. Estampa de color adherida a mi retina.

He buscado su estela, en la tranquilidad de la tarde, de un sol que logra abrirse paso entre las hojas.

 

Fueron testigos el milano negro, el águila caudal, el halcón abejero, el gavilán, el autillo o el cárabo. La salamandra rabilarga; fresnos y algún avellano de gran porte y edad. Molinos y otros elementos ligados al agua que caminan sobre las raíces de mi pasado.

 

Evocadores paisajes, que se ven surcados por innumerables y saltarines arroyos, poniendo una pincelada de plata como contraste a un verdor esplendoroso, o dando vida a estáticos paisajes de atractivos roquedos de penedos, o peñascos con tan suaves y labradas formas que se nos acogieron en aquella tarde.

 

Auténtica sinfonía de sonidos resultando grandiosos en la quietud y silencio. Melodía de mi regreso a mi mundo animado.

Allí sentada en la piedra creí estar viviendo un retroceso al pasado.

 

Te volviste sobrenatural. Me quede embelesada. De repente resurgiste del agua entre espuma blanca. Tu cuerpo era transparente.

Sentí un peso y una presión tremenda sobre mi misma. Eras uno de esos duendes que se mueven junto a los seres humanos y se entretiene en hacer desaparecer las cosas que éstos tienen a mano, que quiebran los encantamientos y encuentran de una vez, en grado sumo, la fortuna, el amor y la belleza. Te paseas con tu melancolía en las soledades de bosque; te apareces de vez en cuando a los que penetran en lo más enmarañado del bosque, para enseñarles el camino de vuelta.

 

Abrí los ojos, el trémulo sonido de las hojas, las gotas del llanto de la lluvia,

la inconstancia del viento, desviaron mi atención al presente.
Sólo son cosas mías